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sábado, 2 de junio de 2012

EL PARQUE DEL "ALIVIO"

                                

El Parque por excelencia de Bilbao. Foto de Fernando Marcos
El año pasado por estas fechas más o menos, andaba yo “como vaca sin cencerro” que diría Almodóvar. Mi padre había desaparecido de nuestras vidas y  encima había que arreglar asuntos de toda índole pero con un común denominador: desagradables, profunda y rigurosamente desapacibles.
Con todo, podía haber sido peor, hay que recordar las épocas en que “había que llevar” luto estricto, luto riguroso o luto a secas. Medio luto o “Alivio de luto” como dice Sabina en su canción. El primero consistía en vestirse todo de negro durante un período prolongado, y en el medio luto, las mujeres se vestían de gris o de un violeta apagado. Afortunadamente desde 1945 ya no se estila.

Mi bifurcación favorita
Buscaba yo algo que me desconectara de tanta oscuridad y tristeza. De pronto comencé a caminar sin rumbo fijo. Siempre me ha gustado andar rápido y perderme entre las calles de una gran ciudad, si es posible. Sin darme cuenta llegué al parque que está a dos minutos de mi casa y al que nunca le había prestado atención.


Es un parque “muy de Bilbao”, con algunas cuestas, que en principio me tiraban un poco para atrás, acostumbrada a las grandes explanadas de Hyde Park en Londres o el "Montsouri" de París, donde el caminar no es una tarea tan ardua. 
Hasta un cisne negro tiene "mi parque"
Este es un jardín humilde, pero bonito, limpio y muy bien cuidado. De eso me he dado cuenta más tarde por supuesto.
De lo que me percaté inmediatamente fue del olor a hierba cortada, de primavera tardía, de árboles y flores. El murmullo de las hojas y el viento que me daba en la cara mientras caminaba con creciente esfuerzo a medida que los senderos se hacían más escarpados, constaté  que me consolaba y que me llenaba de cierta energía.
La flores, siempre perfectamente cuidadas
Se me cruzó un conejito de esos tan lindos que parecen de peluche e incluso se paró en frente de mí mirándome descaradamente como diciendo “¿pero a ti qué te pasa?”.
Un camino para correr o parar y sentarse un rato

Desde entonces, siempre que hace buen tiempo, me pego mis caminatas arriba y abajo, saludo a algunos de los habituales que hacen deporte, leen un libro, pasean al perro o airean a sus niños. Y me pregunto cómo había podido pasar tantas veces por delante sin siquiera darme cuenta de su existencia.




sábado, 26 de mayo de 2012

EL MONSTRUO DE LOS OJOS VERDES



Estaba yo ordenando fotos antiguas e intentando mejorar su calidad (os pido disculpas si la mayoría no están a la altura), cuando al observar imágenes tanto de mis padres como mías, me di cuenta de lo tonta que había sido y lo que me he dejado influenciar por la envidia ajena, porque este sí que es el deporte nacional.

Apuntando maneras...
Desde muy pequeña tuve que sufrir en el colegio comentarios del tipo “jirafa”, “piernas de palillo”… y algunas otras que ni siquiera me apetece repetir. Sí, ya sabemos que los niños son crueles, pero cuando crecemos la cosa no mejora. Y es que  he tenido una colección innumerable de complejos físicos, internamente siempre he sabido quién soy a pesar de que me lo han puesto muy difícil.

Cuando uno se hace mayor se aprende a relativizar, a mirar las cosas de otra manera y a tener perspectiva, aunque tristemente ésta sólo te la dan los años y/o la distancia.

Desfile de mi querido e inolvidable  Jesús del Pozo. 
Me he dado cuenta de que aquellas niñas que me hacían la vida imposible, o eran regordetas, bajitas o con piernas de futbolista por decir algo. Yo, siempre he sido muy ingenua y rezaba todas las noches para que mis piernas perdieran unos cuantos centímetros, pudiera parecerme más a ellas y me dejaran en paz.

Lo creáis o no, estuve acomplejada muchísimo tiempo. Hay que decir que a los trece años ya medía mi 1’75, y tenía que ponerme siempre al final del todo en las fotos para no tapar a nadie. Pero un buen día alguien se fijó en mí y me introdujo en el mundo de la moda. Inexplicablemente, todos aquellos complejos se habían transformado en virtudes encima de una pasarela. Por aquél entonces ya estaba en la Universi
Compañeros de "modelaje". Yo en medio.
dad y además trabajaba unas horas en la radio, con lo que se me hizo imposible seguir aquél camino, amén de que no tenía ni por asomo las medidas que se requieren para una carrera profesional en ese campo. Pero yo tan contenta, fue una experiencia corta pero inolvidable, aunque para variar no guardo demasiadas fotos ni vídeos que los había preciosos, como el de la Semana Internacional de la Moda, que tanto me gustaría recuperar.

Ella, la auténtica modelo
Ahora me regodeo, miro y remiro fotos antiguas de mis padres tan guapos que parecían artistas de cine. Y sí, podéis llamarme narcisista, porque ahora veo qué guapa era aquella niñita y me gusta recordar cómo era entonces y ver las cosas de otra manera desde aquí, en esta burbujita donde intento que los sobresaltos del exterior no me afecten ni a mí ni a ninguno de vosotros.    


   





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sábado, 19 de mayo de 2012

INFANCIA


Bebita feliz

Siempre digo que tengo muy pocos recuerdos de cuando era pequeña o por lo menos no tantos como yo quisiera. Es sabido que la infancia es una época clave para todo individuo, y que el carácter depende mucho de cómo haya sido ésta.
El cariño es primordial para el correcto crecimiento del bebé, incluso según algunas investigaciones, se han dado casos en que bebés abandonados o faltos de toda clase de afecto han llegado a morir sin haber podido detectar ninguna “otra” enfermedad.


Desde luego ese no es mi caso. Éramos familia numerosa,  cuatro hermanos y sus consiguientes líos y trifulcas. Yo menos, porque estoy a algunos años de distancia. Quizá por eso haya salido más independiente ya que no podía jugar con ellos.
Escapando bajo la atenta mirada de mi madre

El caso es que tengo muy presente el incondicional cariño de mi madre en cualquier situación. Su ternura era y es mi mejor medicina.

En vez de recuerdos propiamente dichos, tengo una especie de flashes en los que me veo con 3 añitos ¡con gafas! que eran desde luego las mejores de la época, pero ni se acercan a las que se comercializan ahora. Por eso no hay fotos de entonces. Me las quitaron pronto y no tuve más problemas con la vista, pero el trauma se lo llevó mi madre al tener que afear a su bebita.
Aquí ya se me podían hacer fotos
Mis amigas de Ondarru
Recuerdos del colegio y las puñeteras monjas… el cambio tremendo de pasar al instituto… pero esa ya es la adolescencia, época complicada donde las haya.

Guardo, eso sí, recuerdos imborrables de tantos veranos pasados en Ondárroa, mis primeras amigas, la irrupción de los “chicos”, la cuadrilla... Pero lo que no puedo ni quiero olvidar, es esa sensación de seguridad, del “todo está bien”, la extrema alegría, el disfrute de las cosas más pequeñas, emociones que procuro preservar a pesar de los pesares y que vigilo con cuidadito para que me duren lo que me reste de vida.




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