Mi amiga Laura es una mujer fuerte. Argentina, bonaerense para más señas.
Como muchos argentinos ella y su familia se vinieron a Europa para buscar un porvenir mejor. Se instalaron en Berlín y allí siguen haga el frío que haga, aguantando la crisis y lo que venga…con 4 hijos y un perro.
Las
cosas no le fueron bien sentimentalmente con lo que además de todo ha tenido
que ser ella solita la que tire hacia delante en una ciudad que como toda gran
metrópoli a veces no es acogedora ni su idioma fácil de aprender.
Pero
ella aprendió, vaya si lo hizo y siguió trabajando en sitios que quizás no le
gustaran mucho y donde tampoco le pusieron las cosas fáciles.
Mientras,
sin quejas y sin miedo, se divertía y encontraba el cariño en sus muchos amigos. Pero el amor, ese que altera el cuerpo, que perturba y te muestra que las cosas pueden no
ser tan duras, que el mundo incluso puede ser amable, como todo lo que merece
la pena en la vida tardaba en llegar… pero llegó. Y eso, queridos, no lo puede
decir todo el mundo.
Ahora
toca otra lucha, esta vez contra la enfermedad, pero Laura no piensa ni por un
momento en tirar la toalla en dejar de alimentar y cuidar ese sentimiento que
le llena y la asusta al mismo tiempo. Ahí reside su grandeza y por eso la gran
batalla, sin duda, la tiene ganada.
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