Ya se sabe que las burbujas son frágiles, de naturaleza fútil en su inconsistencia, pero precísamente en esa fragilidad quizá resida su belleza.
Como ellas, aunque tratemos por todos los medios de protegernos, de guardarnos el alma, a veces sencillamente no está en nuestras manos, no hay manera de evitarlo.
Buscamos, escudriñamos, echamos mano de cada resquicio, cada grieta en la cual acaso encontremos algo que nos pueda aliviar aunque sólo sea un poco.
Uno se revuelve cuando se ve forzado a aceptar que no tiene ni por asomo todas las respuestas, ni tan siquiera una, la más pequeña, quizás la salvadora, la que te lleve a lugares menos sombríos.
Hay veces en que la incompetencia, la ineptitud se apodera de uno. Ya no basta el grito interior, el apoyo en la propia fortaleza. De repente nada sirve, y por un instante sólo queda la derrota, la capitulación, el fracaso en fin.
Pero otra cualidad de las pompas aunque sólo sean de jabón, es la de multiplicarse como por arte de magia. Se unen unas con otras, se refuerzan y robustecen, aunque quizás haya que tener en cuenta los "daños colaterales": Se endurecen, se vuelven de otro color , más oscuro, a veces.
Pareciera que son capaces de "auto regenerarse", aunque sólo es una sensación y son otras las que ocupan el lugar de las primigenias.
De vez en cuando, ya no sirven los esfuerzos, ni el empeño, por mucho que se ponga.
A veces, algunas veces, sólo queda poner tierra o mar por medio, y esperar que el nuevo día se presente más claro y luminoso.
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