El otro día fui a dar una vuelta con él. Hace mucho que está conmigo, más que muchos amigos, siempre fiel, esperando que quiera ir con él.
No estamos mucho tiempo juntos pero esos momentos que compartimos son especiales, hacen que me sienta libre, y por un momento, pareciera que lo controlo todo.
No está en su mejor momento, los años han hecho mella y me siento un poco responsable, porque ya no puedo cuidarle como quisiera, como antes.
La verdad es que ya casi no lo necesito, pero a pesar de sus muchos achaques y de que ya no es tan guapo como antes, nunca me ha fallado ni me ha dejado tirada en el camino. Por eso quiero estar con él hasta el último momento, aunque me cueste tanto esfuerzo.
Forma parte de mi vida, me acompañó a París y me trajo de vuelta sin contratiempos.
Lo "bautizó" una querida amiga y por eso siempre me refiero a él por su nombre, como todos los que le conocen, porque le tienen un cariño especial.
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La independencia, la autonomía que me otorga es más importante de lo que yo misma creía.
No me puedo deshacer de él, y aunque pudiera comprar otro más bonito, rápido y actual, creo que no podría prescindir de él hasta que ya no pueda dar más de sí.
Sé que no tiene vida, pero me ha acompañado gran parte de la mía...
