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Desde que tengo memoria mi máxima ambición ha sido y es enseñarte mis lugares favoritos, allí donde aspiré con avidez un determinado aroma, el sitio donde escuché aquella canción indispensable ya para la banda sonora de mi vida o quizá como fondo de un panegírico sin drama.
El lugar y el momento exacto donde sentí esa puerta inmensa que se abría, y que daba paso a ese ser iridiscente, una versión mejorada de mí misma. Todavía puedo experimentarlo mal que sea ya sólo puro recuerdo o fantasía.
Pero, parece que esos momentos exclusivos que seguramente no vuelvan a repetirse, pertenecen únicamente a las personas que los vivieron y protagonizaron. Instantes perversamente efímeros, que mientras uno los vive están ya de hecho en el pasado. Ni tan siquiera somos capaces de gozarlos porque sabemos que ya se han ido.
"Esta puesta de sol que estoy mirando, ahora en este mismo instante, la recordaré con nostalgia dentro de poco tiempo". "Lo que me estás diciendo ahora, en este mismo momento, ya ha caducado, no existen más ni tú ni tus palabras".
Qué fuerza superior impide que pueda compartir, no ya mi felicidad, sino únicamente retazos de ella...
