Entorno los ojos por un instante, y como en una película me retrotraigo a los 20, cuando los veranos eran pura diversión y nuestra mayor preocupación era qué ponernos aquella noche para ir a "La Disco", donde triunfábamos sí o sí.
Ondárroa, tierra que vio nacer a mi madre, la infancia y adolescencia veraniega allí vivida, queda lejos. El paísaje ha cambiado pero el mar sigue presente, como casi siempre, pero la temperatura ha subido... y no sólo climatológicamente. Las hormonas exaltadas, el ambiente festivo y el "Nada importa, Carpe Diem". Esas eran las consignas, bastante menos exaltadas que ahora mismo, tengo que decirlo, pero la base seguía siendo la misma.
Apartando falsas modestias, se trataba de "éste sí, éste no", sin otro pensamiento que la pura diversión.
Mis adorados y "dorados guiris", altos, rubios y motorizados
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| Yo, la única tapadita... jaja |
Ay las motos...¡Qué grandes paseos en grupo nos regalábamos!. La velocidad, el ir todos juntos a cualquier parte donde hubiera "marcha", la sangría, las risas, el flirteo continuo. Nos creímos y sentimos eternos, hasta que la realidad nos abofeteó en plena cara. En esa foto de la playa hay alguien que nunca más volverá a reír ni disfrutar de la vida.
Pequeñas y grandes tragedias que trufan con un sabor amargo la nostalgia del recuerdo. Despedidas interminables en el autobús de vuelta. - No te voy a olvidar- -Te visitaré- -Escríbeme, llámame todos los días por lo que más quieras- ...aunque a menudo todo quedase allí, en aquella fría parada. Lejos ya aquella infinitud con el aire revolviendo los cabellos, los besos, las risas...
